330 – 405 d.
Moisés Etíope era un esclavo de un oficial de gobierno en Egipto, quien lo despidió por acusaciones de robo y de posible asesinato. Moisés era un hombre grande e imponente y se convirtió en el líder de una banda de delincuentes que rondaba el Valle del Nilo provocando terror y violencia. En una ocasión, se refugió con unos monjes en una colonia del desierto de Escete para tratar de esconderse de las autoridades locales. El estilo de vida de los monjes, así como su paz y alegría, influenció a Moisés profundamente. Poco después dejó su vieja forma de vida y entró a la comunidad monástica de Escete.
Moisés tuvo dificultad para adaptarse a la disciplina monástica. Su instinto por la aventura era parte de él. Una vez, un grupo de bandidos lo atacaron en su celda en el desierto, Moisés peleó con ellos y venció a los intrusos. Después, los arrastró a la capilla en donde estaban los otros monjes haciendo oración. Les dijo a los hermanos que él consideraba que no podía lastimar a los bandidos y les preguntó qué hacía con ellos. Los bandidos, asombrados, se arrepintieron, se convirtieron y entraron a la comunidad.
En algún momento, Moisés se desanimó cuando llegó a la conclusión de que no era lo suficientemente perfecto para ser un monje. Una mañana muy temprano, San Isidro, el abad de la comunidad, llevó al hermano Moisés al techo y juntos vieron salir los primeros rayos del amanecer en el horizonte. Isidro le dijo a Moisés, “solo muy lentamente los rayos del sol ahuyentan la noche y marcan el inicio de un nuevo día, por lo tanto, solo muy lentamente una persona se convierte en una persona contemplativa perfecta”.
Moisés fue un líder profético y efectivo. Con el tiempo fue ordenado sacerdote y se convirtió en el líder espiritual de una colonia de ermitaños en el desierto. Cuando tenía alrededor de 75 años de edad, un grupo de bandidos atacó la colonia. Moisés les prohibió a los hermanos que tomaran armas. Todos, excepto ocho de ellos, fueron martirizados por los bandidos. Hoy en día, a Moisés Etíope se le recuerda como a uno de los padres del desierto y se le honra como un apóstol de la no violencia.